En la teología y práctica del Movimiento por los Derechos Civiles de la Conferencia para el Liderazgo Cristiano de las Iglesias del Sur, compuesta por iglesias bautistas, metodistas, presbiterianas, luteranas, y tantas otras, existían dos tipos de paz:
Una paz falsa, en la que prima el orden y no la justicia, una paz entendida como ausencia de tensión, de normalidad aparente, donde a pretexto de orden no se solucionaban los problemas de los negros, la discriminación, la segregación, y las paupérrimas condiciones de trabajo, salud, educación y vivienda que tenían. Esta paz falsa apoyaba la violenta represión policial y militar, justificaba la detención de manifestantes pacíficos, censuraba las marchas, no las autorizaba, y trataba de delincuentes a los hermanos negros que luchaban por sus derechos.
Y una paz verdadera, basada en la justicia, en la que por la vía de las manifestaciones pacíficas, la desobediencia civil a las normas injustas, los boicots pacíficos, la interrupción del tránsito, la intervención de actos públicos, se exigía y se hacía ver las injusticias diarias de los negros, que luchaba contra la opresión, la acepción de personas, las malas condiciones en las que vivían los negros por el racismo, el clasismo, y la diferencias de trato.
Así escribía el pastor King desde la cárcel en Birmingham:
«Debo confesaros dos cosas, mis hermanos cristianos y judíos. En primer lugar, debo confesar que en los últimos años me han desilusionado enormemente los blancos moderados. Casi he alcanzado la lamentable conclusión de que el principal obstáculo para los negros en su lucha por la libertad no son los supremacistas del White Citizens’ Council, ni los miembros del Ku Klux Klan, sino los blancos moderados, que están más preocupados por el “orden” que por la Justicia; que prefieren una paz negativa, plasmada en la ausencia de tensión, antes que esa paz positiva que la presencia de la Justicia proporciona; que constantemente dicen “Estoy de acuerdo con tu objetivo, pero no puedo aprobar tus métodos de acción directa”; que creen, con una actitud paternalista, que tienen derecho a fijar el calendario para la libertad de otro ser humano; que tienen un concepto mítico del tiempo y que constantemente aconsejan a los negros que esperen “un momento más propicio”. Una comprensión inadecuada por parte de las personas de buena voluntad es mucho más frustrante que una absoluta incomprensión por parte de gentes malintencionadas. Una aceptación tibia es mucho más descorazonadora que un abierto rechazo.
Tenía la esperanza de que los blancos moderados entendieran que la Ley y el Orden existen con el propósito de hacer prevalecer la Justicia, y que cuando fracasan en ese objetivo, se convierten en diques peligrosamente estructurados que bloquean el flujo del progreso social. Tenía la esperanza de que los blancos moderados entendieran que la actual tensión en el Sur constituye una fase necesaria del proceso de transición desde una aborrecible paz negativa, en la que el negro aceptaba pasivamente su grave situación, a una paz sustantiva y positiva, en la que todos los hombres respeten la dignidad y el valor intrínseco de las personas. De hecho, los que practicamos la acción directa no violenta no somos los creadores de la tensión, sino que nos limitamos a hacer aflorar una tensión oculta, que ya estaba ahí presente. La sacamos a la luz, donde se la puede ver y se puede lidiar con ella. Como un forúnculo, que no puede curarse si se lo mantiene tapado, sino que debe destaparse para que exponga toda su fealdad a esas medicinas naturales que son el aire y la luz, la injusticia también debe ser expuesta, con toda la tensión que su exposición provoca, a la luz de la conciencia de los hombres y al aire de la opinión pública de la nación, si es que queremos curarla.»
En otras palabras, “El fruto de justicia será la paz” Isaías 32:17, la paz no es fruto de la amenaza armada y desproporcionada de las fuerzas de orden para mantener una situación injusta, esa es una falsa paz. Decimos no a la represión y violencia contra manifestantes pacíficos.
