Discurso de Nelson Mandela en la Conferencia Anual de la Iglesia Metodista de Sudáfrica, pronunciado el 18 de septiembre de 1994.
Obispo Presidente Stanley Mogoba, Obispos Distritales, Distinguidos Delegados, Estimados Invitados:
Permítanme expresar mi profunda gratitud por la invitación para estar con ustedes esta noche. De hecho, es un gran honor para mí saludar personalmente a una de las comunidades cristianas más importantes en nuestra tierra.
Mi alegría por estar en esta conferencia se multiplica por el hecho de que esto es para mí también un regreso a casa, tanto en el sentido físico como espiritual. Los alrededores de Umtata no son sólo mis humildes orígenes. Es aquí donde mi asociación espiritual con esta gran Iglesia comenzó. Y no puedo dejar de enfatizar el papel que la Iglesia Metodista ha jugado en mi propia vida.
Su Iglesia tiene una orgullosa historia de compromiso con el desarrollo de los hijos e hijas de África en más de un área. Las grandes instituciones de enseñanza que se extienden desde la “Cadena de estaciones misioneras” del Reverendo William Shaw en esta región, formaron las mentes y el carácter de generaciones de nuestro pueblo, así como de muchos de nuestros líderes actuales.
Aunque la noche oscura del apartheid intentó destruir muchas de estas instituciones, el impacto de sus enseñanzas académicas y morales no podía ser pisoteado. Quienes pasamos por ellas no vamos a olvidar los excelentes estándares de enseñanza y los valores espirituales que nos fueron impartidos.
Por lo tanto, es alentador saber que el Metodismo está volviendo a esta gran tradición con la rehabilitación de Healdtown, su nueva Escuela John Wesley en Pinetown, el uso de Indaleni para el desarrollo comunitario, el regreso a Kilnerton y los cientos de centros de educación preescolar que han establecido. Todos estos y otros esfuerzos claramente demuestran el hecho de que la comunidad religiosa en nuestro país no es sólo una fuerza espiritual y moral. Es también una institución social importante, contribuyendo al desarrollo y bienestar de la población en su conjunto.
El sentido de responsabilidad social que la comunidad religiosa siempre ha defendido se expresó en su inmensa contribución a los esfuerzos para librar a nuestro país del azote del racismo y el apartheid. Cuando los pronunciamientos y acciones contra los poderes significaban persecución e incluso la muerte, ustedes se atrevieron a enfrentarse a los tiranos.
En la fundación y evolución del Congreso Nacional Africano, la comunidad religiosa desempeñó un papel central. Nos referimos a líderes tales como Calata, Mahabane y Maphikela así como Abdullah Abduraman y Mahatma Gandhi.
Especialmente, mientras que los líderes políticos estaban en la cárcel y en el exilio, organismos como el Consejo Sudafricano de Iglesias y sus iglesias miembros se resistieron a la intolerancia racial y vislumbraron una Sudáfrica diferente, transformada. Los líderes metodistas destacaron entre los profetas que se negaron a inclinarse ante el falso dios del apartheid. Sus ministros también nos visitaron en la cárcel y cuidaron de nuestras familias. Algunos de ustedes fueron prohibidos. Su propio Obispo Presidente compartió prisión con nosotros durante algunos años en Robben Island. Esto lo hicieron, no como extraños a la causa de la democracia, sino como parte de la sociedad y eminentes profetas de las enseñanzas de su fe.
Es apropiado que esta Conferencia se esté celebrando en este recinto en particular, después de la llegada de la democracia en nuestro país. La Iglesia Metodista fue la única Iglesia declarada organización ilegal bajo el apartheid, y durante diez largos años, les fue prohibido trabajar dentro del bantustán de Transkei. Es en este mismo recinto que esta orden de prohibición fue promulgada.
No se puede dejar de reconocer la importante contribución que la comunidad religiosa hizo especialmente para asegurar que nuestra transición logre el resultado deseado. El espíritu de reconciliación y la buena voluntad dentro de la nación puede, en gran medida, atribuirse a las intervenciones morales y espirituales de la comunidad religiosa.
Ahora que una parte importante del camino hacia la democracia ha sido recorrido, tenemos por delante nuevas y más difíciles tareas. Porque la democracia política estará vacía y sin sentido, si la miseria de la mayoría de la gente no es abordada.
La Iglesia, al igual que todas las demás instituciones de la sociedad civil, debe ayudar a todos los sudafricanos a superar el reto de la libertad. Mientras Sudáfrica avanza de la resistencia a la reconstrucción y de la confrontación a la reconciliación, la energía que una vez se dedicó a romper el apartheid debe ser aprovechada para la tarea de construir la nación.
Nuestro Programa de Reconstrucción y Desarrollo está diseñado para unir a una economía sana con una verdadera compasión y justicia, para que toda la gente de esta tierra pueda participar de sus recursos. Pero este programa no puede tener éxito a menos que las personas que han sido reprimidas por años de sometimiento sean motivadas a participar en la construcción de su futuro.
Nos alienta, que en la comunidad religiosa de Sudáfrica, el Gobierno de Unidad Nacional tiene una experiencia moralmente recta y confiable. Con su larga historia de participación en proyectos de desarrollo e infraestructura generalizada, la Iglesia está estratégicamente posicionada para permitir a nuestra gente tomar las riendas de su libertad y trabajar juntos para transformar sus condiciones. Esto debería incluir prestar particular atención a millones de niños y jóvenes que necesitan ser especialmente nutridos, con el fin de restaurar su dignidad y permitirles oportunidades para hacer una contribución constructiva a la sociedad.
La Iglesia, con su mensaje de perdón, tiene un papel especial que desempeñar en la reconciliación nacional. Después de tanto sufrimiento e injusticia, el instinto de venganza es natural. Pero la transición que estamos atravesando muestra que aquellos que sufrieron bajo el apartheid están dispuestos a enterrar el pasado. Al mismo tiempo, aquellos que disfrutaron de los frutos de privilegios injustos deben recibir ayuda para encontrar un nuevo espíritu de compartir. Su mensaje y su ejemplo pueden permitir que eso suceda.
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación es un instrumento importante, no sólo para hacer frente a los errores del pasado, sino también para darnos la libertad de avanzar con la conciencia limpia hacia el futuro.
El objetivo de esta Comisión no es ni venganza ni represalia. Tenemos que perdonar el pasado, pero, al mismo tiempo, garantizar que la dignidad de las víctimas sea restaurada, y su situación adecuadamente abordada. Estamos seguros de que las conclusiones que vendrán de esta Comisión, contribuirán no sólo a la reconciliación, sino también a la reconstrucción y el desarrollo.
Después de todo, la reconciliación es un proceso espiritual, que requiere más que un marco legal. Tiene que suceder en los corazones y las mentes de la gente. De hecho, ninguna institución está en mejores condiciones para ayudar a este proceso que los miles de congregaciones religiosas que se reúnen cada semana en todo el país y entre todas las comunidades.
Esto también será una parte importante del proceso de expulsar de nuestra vida social el demonio de la delincuencia y la violencia. El Gobierno está decidido a utilizar todos los medios a nuestro alcance para erradicar este problema. Sin embargo, esto requiere la cooperación entre las comunidades y los organismos de seguridad. Una vez más, la comunidad religiosa tiene un papel central que desempeñar para asegurar que esto suceda.
Sr. Obispo Presidente,
Sudáfrica tiene ahora un representante del gobierno democrático, y responsable ante todo el pueblo. Por su compromiso valiente a la verdad y a la justicia, la Iglesia Metodista y otras entidades religiosas ayudaron a lograr esto. Pero todos los gobiernos, sin importar cuán democráticos sean, necesitan la crítica y el consejo constructivos. Les pido que sigan desempeñando su papel profético, buscando siempre sostener a la nación y a todos sus líderes con los más altos estándares de integridad y servicio.
Una de las cuestiones fundamentales en este sentido es la disparidad, dentro de la sociedad en su conjunto, entre los más bajos y los más altos escalafones sociales. Hacer frente a este problema requiere medidas integrales para el desarrollo de nuestros recursos humanos. También exige una acción audaz por parte del liderazgo del sector público, del sector privado y de organismos de la sociedad civil, incluidas las instituciones religiosas.
Confío en que, con el apoyo de la Iglesia Metodista y la fraternidad religiosa en su conjunto, nuestra nación llegará a las cimas de las montañas de sus deseos colectivos.
Soy consciente de que el gran himno que ahora es parte de nuestro Himno Nacional fue cantado por primera vez hace mucho tiempo atrás en la ordenación de un ministro metodista. Me uno a ustedes en esa humilde oración: ¡Dios bendiga África!