Algunos cristianos frente al problema ambiental: no vienen días mejores, el caos está escrito, nada que hacer respecto a un futuro oscuro y terrible.
Esos mismos cristianos frente a la economía: necesitamos que la economía crezca, más prosperidad y crecimiento económico para el futuro nuestro y de nuestros hijos, vienen días mejores.
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El fatalismo escatológico ambiental contrastado con el ambición de crecimiento económico no fatalista que parece creer que el mundo no tiene límite, demuestra que en realidad el pensamiento oficial es que hay que generar riqueza sin importar si destruir la creación e hipotecar las vidas de todos. Hay una notable contradicción allí, cuando se dice que no es necesario apoyar el cuidado ambiental porque no vienen días mejores, pero hay que apoyar ambiciones para que vengan días mejores.
Peor aún, en una misma conversación o predicación se puede ver que se habla de fatalismo por catástrofes mundiales a la vez que se declara prosperidad para ti y tu familia, caos social pero riqueza individual, sin conectar lo uno y lo otro. Esta contradicción se manifiesta también ética y políticamente, no se considera en el voto la ética ambiental, pero sí las promesas de crecimiento como factor determinante, producto de esta contradicción teológica y moral.
Lo correcto en realidad es la esperanza y la acción, buscar prosperidad para todos, buscar crecimiento en justicia, y con responsabilidad hacia la creación que no nos pertenece. El fatalismo apocalíptico ambiental no es el camino, mucho menos el falso optimismo de hipotecar la tierra como si el crecimiento fuera sin fin. Una vía alternativa debe ser la nuestra, entendiendo que la catástrofe ambiental creada por el ser humano es el mayor problema ético y valórico de nuestro tiempo.
El cristianismo es reconciliación y esperanza, es nueva creación, no fatalismo, destrucción y ambición.
