“No tengo miedo a la muerte
miedo le tengo a la vida
sin sentido
que no se juega por nada
y que alimenta sus horas de egoísmo.
No tengo miedo a la muerte
si ha de ser el alto precio
de una entrega;
miedo le tengo a los años
que se acumulan en vano,
como arena.
No tengo miedo a la muerte,
muerte de rica semilla
que germina;
miedo le tengo al ocaso
de una vida interminable
y vacía.
No tengo miedo a la muerte
cuando se vive por otros
sin justicia;
miedo le tengo al engaño
de un paraíso de goces
y de estulticia.
No tengo miedo a la muerte
porque he aprendido a mirarla
cara a cara
en niños que mueren de hambre,
en mujeres oprimidas
y humilladas.
No tengo miedo a la muerte
porque en estros tristes años
se ha asomado
en los ojos suplicantes
de hombres rudos, con sadismo
torturados.
No tengo miedo a la muerte
porque he escogido el camino de un Viajero,
que por amor a los hombres,
vivió y se dio sin reservas,
todo entero.
No tengo miedo a la muerte
porque si llego a morirme
en mi cruz
alguien me alumbra el sendero
y me abre el pórtico al Reino
de la Luz,
Vamos hermano, crucemos
el valle oscuro y profundo
del temor.
Asidos ya de su mano,
sembrémonos en el mundo
por amor.”
Federico Págura, obispo metodista argentino, activista por los derechos humanos, escrito en 1975. Por su trabajo en favor de los perseguidos de la dictadura argentina, a Pagura le pusieron una bomba en su casa, siguió trabajando, porque no tenía miedo a la muerte.
