Un día como hoy, 17 de junio, pero de 1703 nacía en Inglaterra el predicador itinerante John Wesley.
John Wesley fue un predicador inglés de origen anglicano, que vivió entre 1703 y 1791, principal fundador de la Iglesia Metodista, de gran obra social, abolicionista, pro igualdad con la mujer, entre otros, y de gran astucia teológica y práctica, predicador callejero e itinerante, cuando se le prohibió predicar entre los anglicanos declaró «el mundo es mi parroquia», saliendo a predicar por las calles de su país e incluso más allá de él.
-“Haz todo el bien que puedas por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas en todos los lugares que puedas, en cualquier tiempo que puedas, a toda la gente que puedas, y tanto como tú puedas”.
-Este debe ser tu auténtico celo como protestante: aborrecer todo tipo de persecución y hacer que tu corazón se encienda de amor hacia toda la humanidad: amigos y enemigos; vecinos y extranjeros; cristianos, paganos, judíos y turcos; católicos y herejes; ama a cada alma creada por Dios. Haz que así alumbre tu luz delante de los hombres, para que glorifiquen a tu Padre que está en los cielos.
-“¿Quiénes son el pueblo?» ¿Será todo hombre, mujer y niño? ¿Por qué no? ¿Acaso no está permitido, no está aceptado, no es nuestro principal fundamento, nuestro axioma incontestable y autoevidente, que «todas las personas sobre la tierra son por naturaleza iguales, todas por naturaleza libres, dueñas de sus propias acciones, y nadie puede tener poder sobre otro sin su consentimiento»?”
-“Pregunto: ¿con qué argumento prueban ustedes que las mujeres no son naturalmente tan libres como los hombres? Si lo son, ¿por qué no tienen el derecho como lo tenemos nosotros de elegir a sus propios gobernantes?”
“Es mejor no comerciar, que comerciar realizándolo con villanía. Es mucho mejor no tener riquezas, que ganar riquezas a expensas de la virtud. Es mejor la pobreza honesta, que todas las riquezas compradas con las lágrimas, el sudor y la sangre de nuestros prójimos” (sobre la esclavitud practicada en su época).
«tu corazón es recto, como el mío lo es para con el tuyo»… «Pues que lo es, dame la mano.» No quiero decir: «Sé de mi misma opinión». No es necesario. No lo espero ni lo deseo. Ni tampoco quiero decir: «Yo seré de tu misma opinión». No puedo. Ello no depende de mi elección.
Yo no puedo pensar como quiera más que lo que puedo oír o ver como quiero. Guarda tú tu opinión, yo mantendré la mía; y ello, más firmemente que nunca. No necesitas esforzarte para pasarte a mi posición, ni para llevarme a mí a la tuya. No quiero que disputes acerca de estos asuntos, ni oír ni hablar una palabra acerca de ellos. Que todas las opiniones se queden cada una de su lado. Solamente «dame la mano»…
«Es perversa y diabólicamente falsa la común objeción: -Los que son pobres están así solo porque son perezosos.»
“El evangelio de Cristo no conoce otra clase de religión sino una religión social; no otra santidad sino social.».
