La campaña del terror del Rechazo

La disposición de rechazar el cambio Constitucional porque el contenido de la Nueva Constitución no será beneficioso o será malo es particularmente llamativa en vista que en realidad su contenido es imaginativo, no existe aún.

Rechazan algo por lo que dice, aun cuando no lo han siquiera leído. ¡Sin embargo ya están asustando a la hermandad diciendoles lo que dice y sus efectos!

Creo que, en realidad, el argumento no es que rechazan su contenido, porque no tiene aún mayor contenido, el argumento es que tienen miedo a la democracia participativa, les aterra la posibilidad de iniciar un proceso democrático de diálogo por una casa común que por primera vez en la historia sea democrática, con 14 millones de ciudadanos habilitados para votar.

En lugar de decir “vamos a participar y aportar con nuestra visión, y disputar en la cancha de la democracia las ideas que queremos para la sociedad”, se asume como axioma que eso será malo para ellos sí o sí.

Desechar cosas sin haberlas leído, tener mucho miedo, vivir bajo un estado permanente de mala fe y luchando contra quijotescos monstruos de persecución que son molinos de viento sin responsabilidad analítica, es como el resumen de la ética pública evangélica conservadora los últimos años.

Miedo en lugar de fe, ansiedad en lugar de paciencia, guerra en lugar de paz, reactividad en lugar de templanza, malignidad en lugar de benignidad, violencia en lugar de amor, ira en lugar de gozo, egoísmo en lugar de bondad. Es el fruto del espíritu evangélico en materia política.

Esto es muy llamativo porque la actual constitución no impide ninguna de las reformas “progresistas” con las que los conservadores llevan tanto tiempo luchando, una nueva constitución, hecha y disputada por ellos, sí podría hacerlo, pero no lo ven así, predomina el pánico. Lo curioso es que una convención constituyente conservadora no parece una idea tan descabellada en la impredecible voluntad de quienes realmente se levantan a votar (las asambleas constituyentes de Ecuador, Bolivia y Venezuela por ejemplo dijeron constitucionalmente que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, por ejemplo). Tienen así confianza de reunir suficientes votos para derribar el proceso constitucional, sin embargo, no tienen confianza de reunir suficientes votos para una constitución que les represente. Es una lógica extraña.

Más extraña aun resulta su llamado a votar por la Convención Mixta, es decir, con diputados y senadores electos, con sus frutos y obras ¿es que acaso ellos demuestran ser más confiables que los ciudadanos a elegir? No se comprende esta invitación más que en el miedo a la gente, el miedo a lo nuevo, aunque lo conocido no tenga aprobación.

Cabe preguntarse si en realidad todo el problema es que, en el fondo, funcionan consciente o inconscientemente como punta de lanza de protección del sistema económico y político neoliberal, que es lo que en realidad está en juego y disputa (y no las libertades fundamentales como la religiosa como irresponsablemente nos dicen).

La democracia constitucional, el constitucionalismo, el asambleísmo es una herencia de las tradiciones protestantes baptistas, presbiterianas y congregacionalistas, en general, de las iglesias democráticas, pues estas iglesias pensaban que la Providencia se manifestaba en la autonomía de cada miembro para elegir a sus líderes, pero hay un mundo evangélico que desconfía de ellas ¿por qué tanto miedo a la democracia? ¿por qué desconfían de 14 de millones de ciudadanos? ¿por qué tanto miedo, pesimismo y desesperanza en el futuro en los que dicen predicar esperanza? Al parecer, el fondo del asunto es que trabajan en la protección del orden.

EOC.

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