Un día como hoy, 4 de abril, pero de 1848, nació Pablo Besson, quien es considerado como el iniciador de la obra de las iglesia evangélicas bautistas en la Argentina y tremendo activista por la libertad de conciencia, igualdad civil y derechos de las minorías religiosas en Argentina. (Tomado del libro Personalidades Religiosas de Buenos Aires, escrito por Pablo Deiros)
Nació en Nods, cantón de Berna, cerca de Neuchatel (Suiza). Hijo de un culto predicador de la Iglesia Reformada Suiza y de una madre de origen valdense, se crió en un hogar cristiano. Ella habría de ejercer mucha influencia sobre él, relatando la historia de sus antepasados valdenses y describiendo las experiencias de fe, heroísmo y fidelidad de aquellos cristianos del norte de Italia.
Desde temprano Besson se encaminó por la senda que sus padres le marcaron, de tal manera que entrado en la juventud respondió a la vocación religiosa. Estudió en la Facultad de Teología de la Universidad de Neuchatel (1868), con profesores como Federico Godet, Carlos Secrétan, Félix Bovet y Ferdinand Buisson, entre otros. En Alemania (Universidad de Leipzig) estudió con los eruditos pietistas Constantino von Tischendorf, Franz Delitsch y Christopher E. Luthardt.
De ellos recibió su pasión por la crítica bíblica y los estudios del Nuevo Testamento. Luthardt lo guió a una experiencia de fe personal cristiana. De regreso de Leipzig fue a estudiar nuevamente a la Universidad de Neuchatel, donde terminó su licenciatura en teología en junio de 1870. El 12 de octubre de 1870 fue ordenado al ministerio de la Iglesia Reformada Suiza. Fue pastor suplente en varios lugares, hasta que en 1871, junto a otros 22 pastores, cinco asistentes ministeriales y tres profesores de teología de la Universidad de Neuchatel, renunciaron a la Iglesia oficial suiza y fundaron una iglesia independiente de toda injerencia del Estado. Esta iglesia—la Iglesia Libre de Neuchatel—tuvo su primera reunión el 23 de febrero de 1873.
Invitado por los pastores franceces Alejandro Duchemin y Leopoldo Monod, Besson marchó a Francia para servir como evangelista en la ciudad de Lión. Allí terminó preso por hacer colportaje vendiendo Biblias, cosa que estaba prohibida. En Trevou también estuvo en prisión por difundir literatura evangélica en las calles de la ciudad. En Lión entró en contacto con una pequeña congregación bautista, pastoreada por Jean Cretin, que le llevó a confrontar y estudiar los diferentes planteos sobre el tema del bautismo de niños (como creía su iglesia) o de adultos sobre la base de una fe personal (como sostenían los bautistas). Convencido de este último punto, Besson aceptó el bautismo por inmersión en testimonio de su fe. Esto tuvo lugar en el río Ródano, y resultó ser una gran sorpresa para sus conocidos, amigos y familiares, que lo rechazaron y criticaron. Inmediatamente renunció al Consejo de su Iglesia, con lo que quedó en la calle, y escribió un folleto titulado “Por qué me hice bautizar,” donde dice: “Habiéndome creído bautizado, a pesar de que no lo estaba, ahora reconozco mi error. Lo que sé es que antes que la venda cayera de mis ojos, era ciego y que ahora veo.” Un tiempo después la Sociedad Misionera Bautista de Boston (EE.UU.) aceptó sus servicios en calidad de evangelista en la región norte de Francia, tarea a la que dedicó seis años de duro trabajo.
En 1881 un grupo de inmigrantes evangélicos suizo-belgas, radicados en la colonia de Esperanza (provincia de Santa Fe) desde 1877, le solicitó ayuda para que les buscase un pastor de habla francesa en Europa. Al no encontrar quien estuviese dispuesto a hacerlo, Besson se ofreció a cumplir con este ministerio. Llegó a la argentina el 25 de julio de 1881, a la edad de 33 años. Comenzó a recorrer las colonias a caballo, mientras cultivaba su propia tierra. Pronto empezaron las dificultades, que se mostraron en toda su fuerza cuando murió la niña Luisa Engler. Debido a su procedencia bautista, se impidió enterrarla en el cementerio público, ya que en aquel entonces y en todo el país, tanto el registro de nacimientos y matrimonios, como el entierro de los muertos estaba bajo el control de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Besson sepultó a la pequeña en el jardín de la casa de los Engler. El vicegobernador respondió que el intendente tenía razón en prohibir este entierro, pues para eso estaba el cementerio. Besson disgustado le contestó: “Disculpe, señor, el cementerio es sólo para los católicos. ¡A los evangélicos no se nos concede el derecho ni de nacer ni de morir como ciudadanos!” Y en la discusión que siguió, insistió en reclamar derechos iguales para todos.
El diario “La Nación” publicó una nota titulada “Rebeldes de nue- vo cuño,” transcribiendo otra de Besson quien descartaba la tolerancia religiosa a favor de una verdadera libertad. En ella decía: “La tolerancia siempre es revocable, en tanto que es un favor, pero en cambio la libertad es un derecho constitucional”. En “El Diarito de Santa Fe”, escribía que los protestantes “están tolerados, simplemente tolerados, como las langostas, los bichos feos, los malos gobiernos o las casas de prostitución.”
Por ser un lingüista competente y un bautista ferviente, comprometido con la difusión del evangelio cristiano y la lucha por la libertad religiosa, a fines de 1882 se trasladó a Buenos Aires. Un grupo de protestan- tes de habla francesa lo había invitado como pastor. Comenzó sus cultos en francés en el templo de la iglesia alemana de la calle Esmeralda y luego en el colegio Inglés. Con el primer creyente en ser bautizado (Guillermo Junor, director del Colegio Inglés) organizó la primera iglesia bautista argentina de habla castellana (25 de diciembre de 1883). Esto significó un aporte muy importante al protestantismo local, ya que la mayoría de las pocas congregaciones evangélicas, que por entonces funcionaban en Buenos Aires, estaban disponibles solamente para grupos de lengua extranjera.
Junto con su labor pastoral, Besson comenzó en Buenos Aires la lucha a favor de la libertad religiosa. También se comprometió con causas similares y relacionadas (libertad de culto, libertad de conciencia, registro civil, matrimonio civil, secularización de los cementerios, enseñanza laica, protección de los animales, lucha contra la trata de mujeres, etc.) Su fluida pluma y su mente aguda pronto encontraron eco en el espíritu
liberal de la Argentina de sus días. Sus artículos eruditos sobre libertad religiosa y separación de la Iglesia y el Estado en periódicos prestigiosos, como La Prensa, La Nación, La Capital y otros, fueron leídos con interés.
Eventualmente, estos artículos y los casos de discriminación de los que como pastor fue testigo fueron usa- dos por los liberales políticos de sus días para establecer el Registro Civil en la Ar- gentina. Hasta entonces, los protestantes argentinos no podían registrar sus matrimonios y el nacimiento de sus hijos, ni sepultar a sus muertos en un lugar público.
Besson fue un intelectual excéntrico, un fiero polemista y un fiel pastor. Con dinero de su herencia y ofrendas de amigos europeos, en 1899 levantó el primer templo bautista en Buenos Aires, en la calle Estados Unidos 1273. La congregación se conoció desde entonces como Iglesia del Centro. Erudito, amante de los libros, escribió importantes ensayos de historia y apologética. Pero es más conocido por su perdurable traducción del Nuevo Testamento, la primera en su tipo en ser publicada en América Latina, hecha directamente del griego al castellano (1919). Besson visitó numerosos pueblos, y llegó a ser un personaje característico y popular. A los 57 años de edad, en octubre de 1905, contrajo matrimonio con Margarita Mealley, viuda del pastor bautista inglés Jorge Graham. En 1911 asistió al segundo Congreso de la Alianza Mundial Bautista, celebrado en Filadelfia (EE.UU.) En mayo de 1927, a los 79 años de edad, renunció a su cargo como pastor de la Iglesia del Centro, por causas de salud. Bien amado por todo el movimiento protestante argentino, murió el 30 de diciembre de 1932.
Su contribución más importante fue su lucha por la libertad religiosa. Él mismo contaba cuál fue su “primera tentación en la Argentina,” al decir: “Al desembarcarme, en 1881, del vapor “Belgrano,” perdí mi primera ilusión en la Argentina que yo creía tierra virgen y libre. … A pesar de esta garantía constitucional [Preámbulo], nosotros, los bautistas
estábamos privados de los derechos del hombre, del ciudadano y del estado civil. … En esta tentación de aprovechar los privilegios de la protección episcopal, de la prerrogativa teocrática del clero, elegí ser puesto … fuera del estado teocrático y afrontar los riesgos y peligros de la libertad.”
A pesar de su gran- deza como persona, Besson fue un hombre muy humilde. En abril de 1918, sus amigos le organizaron un homenaje en el templo de la Iglesia del Centro. Varias personas hablaron elogiando su constante lucha por la libertad religiosa, los derechos civiles y la predicación del evangelio. Besson agradeció el homenaje y con toda humil- dad dijo: “Estoy achicado, no estoy en mi elemento. No me corresponde estar aquí con tanta etiqueta, sino con mis leprosos del Lazareto.” Casi todos los días, Besson visitaba este lugar de dolor con
un mensaje de esperanza. En junio de 1925, en un evento similar le obsequiaron una prenda de vestir elegante.
Besson conmovido, expresó: “Me tratáis mejor que a mi Maestro. A él en
el momento de la muerte lo dejaron desnudo sobre la cruz, y a mí me dais un vestido. ¡Gracias!” Quizás por esto mismo, Constancio C. Vigil, el conocido escritor y fundador de Editorial Atlántida, escribió sobre Besson: “Soy un convencido de la intensidad y eficacia de su obra y de la abnegación tan pura y noble con que le ha consagrado lo mejor de su
vida.”
